viernes, 18 de mayo de 2012

Gracias, Vicente Santuc

Un 30 de abril, de una manera imprevista, Vicente partió al encuentro con el Padre. Fue él el compañero amigo que a más de uno acompañó en el re-nacer de la vida en el espíritu. Su presencia aún permanece, gracias a los recuerdos gratos que guardamos en el corazón. Él ha entregado a nuestras vidas la donación de una vida compartida en profundidad: al saludarnos con una contagiante sonrisa, al exponer una clase de filosofía, en las conversas privadas haciendo poesía o compartiendo, simplemente algunos segundos más, bebiendo un café.

Mientras estaba en Roma, unas semanas antes de su partida, recibí de él un e-mail, preguntándome en qué andaba metido por tierras romanas. El tono de las noticias suyas -como siempre- apeaban a continuar el rumbo -con pasión- del apostolado intelectual. Y es esta la “impronta vicentina”, característica en Vicente, que nos deja y nos anima a seguir. Su “ánimo” siempre ha inspirado a cada uno de una forma particular, en todos los sentidos y en temas impensables. Y ahora que él ha partido, de hecho, su presencia nos inspira muchísimo más: ¡tras la virtud vicentina! Un hombre sencillamente intelectual que con los pies sobre esta tierra peruana –piurana, limeña- puso eso que sólo una persona de espíritu profundo puede mostrar y que otros pueden contemplar: un ser humano bueno, cariñoso, siempre cercano, amigo fiel sentado a tu costado escuchando como lo hace fijamente la mirada de un verdadero padre.

¡Es verdad!, la partida de Vicente sí que ha dolido; y mucho; ¡y se le extraña! Pero, al "ver" lo vivido (y "verlo"), al recordar (y "recordarlo") y al rezar -como él lo hacía, desde muy pero muy temprano- varias de sus palabras y algunos simpáticos gestos suyos, sé que su corazón está ya donde siempre ha deseado estar y morar: en la casa de Dios-Padre: "la chispa divina"…"¡no es hermoso esto…muchacho!" -siempre decía en su acento francés-. Por eso, entrecruzado a este dolor justo, emerge ("trasciende", nos diría) la chispa divina que él siempre nos ha transmitido y la cual ahora está junto a él.

Querido Vicente, ¡es verdad!, ¡es hermoso todo esto! Dejas en nosotros, con tu presencia, la “inmanencia” del aprecio, de la amistad, del amor y también el naciente cariño a Francia, tu tierra natal, aquella que nos regaló el verte y el conocerte, aquella tierra tuya desde donde partiste a la casa divina, al Padre.

Gracias, amigo, y ¡hasta pronto!