miércoles, 25 de abril de 2012

Filosofìa

La Filosofía es un acto.

La naturaleza de la Filosofía no es un contenido de temas, ni un sistema temático, ni un curso colegial más. Su naturaleza no es contenido fijo, ni quiromancia, ni astrología, adivinación o libros de autoayuda psicológica. No es esoterismo. La Filosofía, naturalmente, gira en torno de un centro radial vital, esto es, desde las raíces mismas de su propia naturaleza, y, ¿cuál es esta?, son las raíces del ser del "acto humano del filosofar".

Y como acto no es posible relacionarla como un mero comportarse cotidiano o reducirla a un actuar rutinario, sino que es un "acto que cuestiona", "aguijonea", que interroga la vitalidad del "todo", o, de lo que conocemos como realidad. Ella cuestiona no con ideas ni elucubraciones abstractas, sino que se encarna en el mismísimo mundo de la vida.

Su naturaleza es un "acto real" que piensa, contempla, que se asombra de la realidad o de ese entorno que nosotros llamamos mundo, pero mundo tampoco abstracto, sino compuesto por existencia, universo, persona, sociedad, e incluso trascendencia, o, de aquello aùn inaprensible que llamamos, Dios. El mundo es vitalidad, vida, vivencias, persona, y, esta "realidad", es la que se interroga (San Agustín afirmaba: "se habla y se piensa sólo de lo que se vive").

Por tanto, introducirnos en la naturaleza de la Filosofía es profundizar, hondamente, en la contemplación activa de lo que es la existencia, desde su inicio hasta su final, buscando en ella la verdad de su sentido: ¿quién soy?, ¿qué he hecho?, ¿qué debo hacer?, o, ¿qué esperar? (Kant).

Finalmente, el origen no es simplemente un contexto, ni un lugar, ni un filósofo en particular, o un libro en especial, sino un "acto humano permanentemente existencial", cuya raíz vivencial habita en el asombro e inspira -o da nostalgia, decía Kierkegaard- "lo que me falta" (por eso a ello aspiro), lo que moviliza al ser hacia la búsqueda de la verdad y al encuentro con el sentido de tal asombro inicial.