No veo forma por dónde sustentar el tema de este artículo. Los últimos días de estas últimas semanas he escuchado en distintos lugares un sinnúmero de comentarios que giran siempre entorno al mismo tema. Unos a favor y otros en contra. Aún el debate continúa. Unos afirman que es mejor que se acepte. ¿Será sólo cuestión de aprobación u aceptación? Otros firmemente afirman que es imposible aceptarlo. Entre unos y otros decires, me pregunto cuál es la correcta postura ante todo este asunto. He tratado de leer ciertos artículos u algún texto serio para aclarar la ruta del problema. He rebuscado algún sustento convincente entre mis libros guardados, pero en ninguno encuentro qué argumento analizar. Ninguno satisface. El panorama no es propicio y, aún más, el país aún no encuentra -creo yo- respuesta alguna que denote un sensato sentido no incierto.
¿Qué finalmente está en juego?, ¿qué es lo más valioso?, ¿la vida presente puesta en peligro es más valiosa que esa vida futura que aún no es persona?, ¿qué se pone en riesgo?, ¿la continuidad de la existencia sólo de esta vida presente?, ¿soy yo más importante que tú?, ¿qué prima?, o, ¿quién prima?
Mi comentario al respecto. No puede ser que sólo por la resolución de un caso en particular se tenga que dar una respuesta universal que afirme sólo ese caso, pero, ¿y los otros casos? O, en posición contraria, tampoco es admisible que por universalizar una idea restrictiva se decida excluir un justificado problema particular. Es un problema altamente crítico y profundamente complejo.
La vida humana es un principio universal inalienable, ¿me equivoco? Es un a-priori universal. ¡Todos queremos vivir! ¡Nadie desea se le quite la vida! El derecho a vivir es un principio inalienable que le es connatural a cualquier ser humano que habita o es parte de una sociedad o de una comunidad. Entonces, ante qué casos particulares tan determinantes estamos que pueden ser aceptados con total naturalidad aun así si su aceptación implica ir en contra de eso tan connatural de este principio: ¡la vida humana! ¿Acaso es válido el “ojo por ojo, diente por diente”, o, en otras palabras, por venganza o por rencor es factible dejar que otro viva?, ¿acaso un embrión no deseado justifica que yo te mate?, ¿acaso porque no es mi deseo tenerte ahora se justifica que no se te permita nacer?, ¿actualmente, hoy, a puertas de un nuevo año, qué es vivir?
Es un asunto complejo. No basta sólo ideas sueltas. Un punto si es claro, la vida humana es un derecho humano intocable. Sí es fundamental determinar en qué en casos y en cuáles no este principio dejaría de ser un derecho inalienable. Lo inconcebible es no cumplirlo cuando detrás de este incumplimiento lo que prima es el yo, o mis propios o intereses particulares. No porque hoy no tengo dinero para mantenerte tendré que matarte. No porque hoy soy pobre he de expectorarte de mi vientre. No porque te engendré después de una noche donde reinó el dios Baco tendré que expulsarte porque naciste de un repentino craso placer. No porque una legislación sustente la libertad individual se permitirá que reine la dictadura insensible del relativismo social. No porque la tasa de natalidad crece habrá que promover la reducción de la pobreza a punta de preservativos gratuitos. No porque se es incapaz de planificar seria y profesionalmente la educación nacional -en todos los aspectos, incluida la de sexualidad- se hace urgente levantar campañas sobre sexo seguro, cuando el mensaje tácito es la ineficiencia estatal o la inoperancia profesional. No basta crear campañas en contra de sino de educarnos a favor de.
